Sábado noche en Madrid. Teresa enciende la llama de un mechero, ¿es para encender un cigarro? No, es para preparar sus famosos chupitos flambeados. Mientras tanto los jóvenes bailan, los vasos tintinean y, fuera del Moe´s, la noche cae en los bajos de Argüelles.
La zona, también conocida como los bajos de Aurrerá, se sitúa en el barrio de Gaztambide, pero no solo es conocida como el lugar idóneo al que ir de fiesta si te gusta el rock, heavy, punk, o derivados; además, muchos han oído la misma frase de sus padres: “Ah, los bajos, ahí hemos ido todos”.
Y así es, el lugar gozó de una época de fama en los 80 en la que hubo hasta 58 bares abiertos. Con los años su popularidad menguó y la mayoría de los bares de entonces cerró. Sin embargo, los bajos no mueren, y aún siguen siendo un espacio de ocio para los jóvenes de Madrid.
“Ah, los bajos, ahí hemos ido todos”, responden muchos madrileños cuando se les pregunta
¿Han cambiado los bajos de Argüelles?
Los que llevan más tiempo frecuentando los bajos son los que más han notado el cambio (o la falta de este). Iris es camarera en el bar de su familia, El Barco, y recuerda que “hace muchos, pero muchos años, había bastantes bares de sevillanas, cosa que ahora se ha perdido”.
Willy, dueño de Rock Bar, comparte esta opinión. Fue dueño del Al-Andalus, uno de aquellos míticos bares de sevillanas. Por su parte, Teresa es la dueña del Moe´s, y lleva frecuentando el lugar desde 1998; es de las que piensan que la noche en los bajos ha sufrido muchos cambios durante estos años: “En su momento, nada más salir del metro te encontrabas con una marea en la que nunca ibas solo; durante toda la calle Gaztambide hasta Argüelles ibas acompañado por gente que conocías. Los bajos estaban llenos, recuerdo que habría unas 10.000 personas repartidas en los 60 bares. Ahora hay muchísima menos gente, yo creo que actualmente puede haber 1.000 personas un buen día”.
Esta reducción en la clientela puede deberse a la prohibición de que entren menores, a la pérdida de la tradición del botellón o quizás a los aforos de los locales.
“Los bajos estaban llenos, recuerdo que habría unas 10.000 personas…”
Manuel, camarero del Yedra, tiene 36 años de experiencia a la espalda; observa que la mayoría de los clientes que salen últimamente por la zona son estudiantes, lo cual crea un ambiente muy tranquilo. Esto se suma a la actitud sana de los adolescentes de ahora y al incremento de la seguridad. ¿Y que es esto del incremento de la seguridad? Pues bien, una de las cosas que los más veteranos quizá mencionen al recordar sus noches en los bajos es la fama de ser un lugar problemático; sin embargo, los “nativos” del lugar aseguran que el cambio ha sido notable.
Óliver, dueño del Madrid Madriz, menciona que en los 8 años que lleva con el negocio la policía siempre ha estado muy presente, aunque Manuel es de los que creen que aún no es suficiente. Sin ir más lejos, la misma noche en que esta redactora acudió al lugar, uno de los porteros tuvo que invitar a un cliente conflictivo a salir del local; justo en ese momento pasaba un coche de policía, y el cliente, antes de buscarse problemas, decidió que sería más conveniente cogerse un taxi a casa.
Desde La Ducha, Sergio, que es camarero, asegura que no ha cambiado “la vida en el pasillo central, por mucho que hayamos prohibido los botellones, siempre hay gente hablando, fumando, buscando cobertura, haciendo amigos…”. Para él, es un clásico inamovible de los bajos, de igual manera que los bajos son un clásico inamovible de Madrid.
Por otro lado, David, que trabaja en el Mamarrachos, cree que la estrella de los bajos son el futbolín, los dardos y, por supuesto, los “minis” y “chupitos”. Además, clientes y trabajadores coinciden en que la oferta de los bares cambia poco; y en los que cambia, lo hace de forma cíclica y leve.
Fernando, ex-trabajador y ahora cliente, cree que los cambios que se han dado se han debido mayormente a la crisis. De vuelta al Moes, Teresa confirma que el precio de los “chupitos” es casi el mismo: “Eran unas 50 pesetas (que serían alrededor de 60 céntimos y sumando la inflación y demás cambios en la economía ahora sería 1 euro en total). También se ofrecían minis de segundas marcas, sangría y demás; más tarde, cuando empezó a trabajar, se quitaron los chupitos y empezaron a servirse copas de primeras marcas, “más o menos hasta el 2011 que hemos vuelto al principio“.
La zona sigue siendo un refugio para el rock, el punk o el heavy
¿Por qué ir a los bajos de Argüelles?
Muchos coinciden en que su mayor reclamo es el ambiente: tranquilo y familiar (y barato). Ocurre que las personas que lo frecuentan suelen ser las mismas; por lo tanto, al final todo el mundo se conoce. Además, sigue siendo un refugio para esa cultura rock, punk o heavy, que goza de poca fama entre los jóvenes de hoy.
Otro gran atractivo de la zona es su variedad musical, para que personas con diferentes gustos puedan reunirse y pasarlo bien en un mismo lugar. En definitiva, los bajos de Argüelles forman parte de la historia de Madrid, y mientras los jóvenes sigan disfrutando de la música, el billar, los minis, etc; lo seguirán siendo. Y dentro de unos años, nosotros diremos a nuestros hijos: “Ah, los bajos, ahí hemos ido todos”.
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